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viernes, 19 de agosto de 2011

Remembrando a Eliseo Alberto, “Lichi”


Haciendo un recorrido a la literatura iberoamericana, recordamos al recién fallecido Eliseo Alberto. El autor de origen cubano murió el 18 de julio de este año por un paro cardiaco relacionado con dolencias renales, tras vivir sus últimos años en la Ciudad de México y después de haber poseído una amplia gama de prosas representativas para América Latina el periodista, novelista, poeta y guionista regaló su suspiro final.
Uno de sus logros más nombrados fue el premio Alfaguara de Novela 1998 con Caracol Beach y entre sus obras más reconocidas se encuentra Importará el trueno (1975), Las cosas que yo amo (1977) y Un instante en cada cosa (1979). Exiliado de su tierra natal Lichi fue resonado por su posicionamiento en contra del régimen de Fidel Castro, situación que ha desencadenado infinitos debates, y a partir de ese momento comenzó un nuevo viraje creativo que lo ha configurado como uno de los creadores cubanos más representativo de las décadas contemporáneas.  
Con esta memoria Tertulia Latina les da la bienvenida una vez más.



Boletos para el circo

Fragmento

No se había equivocado el corazón. Asdrúbal y Anabelle se amaron en un solo e inagotable beso. La trapecista se fue deslizando hasta acostarse en el piso del carromato, sin dejar de besarlo; y sin dejar de besarla el mago la cubrió bajo el ala rojinegra de la capa. A lo lejos se escucharon los acordes de la música que llamaba a la segunda parte del programa, y por los altavoces se anunciaron como buenos los chistes del payaso, pero ellos siguieron besándose y desvistiéndose sin importarles otra cosa que no fuese desnudar por completo el amor….
Asdrúbal descubrió que, en la recta final de la vida, la vida le había concedido el privilegio de saber que gracias al amor y solamente al amor encontraría salida del laberinto que era, a fin de cuentas, la encrucijada de vivir como él había vivido, a contracorriente, porque a fin de cuentas la cuenta que cuenta es la suma de los momentos en que el ser humano vence el miedo magistral de entregarse entero a otro ser humano. Y fue ese domingo, tendido en el suelo del carricoche, ardiendo junto a su bailarina, que el mago acabó de acabar el nunca acabado conjuro de la magia, porque supo que todo el rumbo de su existencia, aquella trocha hasta entonces vencida a ciegas, era la ruta necesaria que lo conducía hasta una muchacha de ojos almendrados, como de ciervo atrapado en las redes cazadoras de una inmerecida tristeza, y supo que sus ojos, los de él, que tanto habían mirado a lo largo de la marcha, no habían perdido la inocencia sólo para poder mirar al amor sin avergonzarse, y para verla a ella, a ti, desnuda, isla nunca descubierta, y que sus manos, las de él, que habían golpeado a las puertas pidiendo amparo, que habían escrito mensajes en la arena de una playa, allá en el país perdido de su infancia, manos que se habían agarrotado de tanto decir adiós a sus contadas alegrías, aquellas manos deshechas por la laca del tiempo, sus pobres manos…
Te quiero, pensaron en silencio, y rindieron la conciencia a los sentidos. Se miraron por dentro, se olieron los sudores, se escucharon los deseos, se palparon los cuerpos, se probaron los sexos, porque aquella noche huracanada de diciembre podía no repetirse y su recuerdo debía alcanzar para toda la vida.
Eliseo Alberto en La eternidad por fin comienza un lunes.



Algunas referencias: 

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