Hizo bien el Gobierno de Raúl Castro en enmarcar el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba en el cincuentenario de Playa Girón. No fue en enero de 1959 sino en abril de 1961, cuando la construcción del totalitarismo cubano tuvo a la mano todos sus elementos necesarios.
Además de un orden institucional de partido único, economía de Estado e ideología marxista-leninista, inscrito en la órbita soviética, era indispensable la localización de un enemigo. Un enemigo que debía ser nacional y foráneo a la vez, un monstruo en el que pudieran fundirse la maldad del imperio y la vileza de los traidores.
Desde entonces, la justificación última del comunismo cubano ha sido defensiva: la patria está en peligro, por lo que la unidad política es imperativa. Nada más unitario, en efecto, que un partido único, el control estatal de la sociedad y la economía y un líder perpetuo. Medio siglo después de aquella proclamación del carácter "socialista" de la revolución, el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba comenzó con un desfile militar, a la manera soviética o norcoreana, y con un mensaje del convaleciente máximo líder en el que decía sentir "dolor" al comprobar que los jóvenes que desfilaban lo buscaban, infructuosamente, en la tribuna.
El largamente postergado congreso de los comunistas cubanos -debió celebrarse en 2002- fue un mero trámite. Lo importante, desde el punto de vista práctico, tuvo lugar en los debates en las bases locales y regionales y en la elaboración de los Lineamientos de política económica, que han sido aprobados con ligeras modificaciones...
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