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lunes, 24 de octubre de 2011

Cuento fantástico: Marco Polo


Mis apreciadas y apreciados tertuliandos en esta ocasión los invito a leer la colorida historia de nuestro pobre e incauto Marco Polo, un personaje cautivo que se vio sometido por la desfachatez de dos señoritas desenfadadas que lo colocaron en simpáticos aprietos.

Los despistes escolares que a continuación narra nuestro autor, tienen la virtud de trasladarlos de forma imaginativa a un mundo de fantasía y realidad. ¿Cuál de las dos dimensiones es la más certera? Esa respuesta se la dejamos al juicio de nuestras y nuestros lectores y se la concedemos al calor travieso de las letras.

Bienvenidas y bienvenidas una vez más,

Tertulia Latina.

“Durante una semana Elis me contó anécdotas de Marco Polo, de cuando logró que todos los hombres de la prepa usaran falda para que no les gritaran a las chicas en los pasillos; de cuando él y otro tipo espiaban a Areli por toda la prepa; de cuando metían en los botes de basura a los de primero …”.





Marco Polo 

-Malco Polo…

-Presente.

Fue ahí cuando reparé en el extraño individuo. Bajo, moreno, gafas, retraído. De voz suave, carraspeó después de pasar lista.

-¿Te acuerdas de Marco Polo?- le pregunté a Viridiana, que dibujaba un gatito en su libreta-.

-No -dijo ella mientras ponía bigotes y ojos verdes-.

-El wey de la prepa que se juntaba con los porros. Toma. – le di mi color perla para el pelo de las patas-.

-No. Gracias.- hizo un ruidito de esos que los gatos malhumorados suelen hacer-.

-Señolita Lipalde, ¿quiele compaltir algo con clase?- inquirió el profesor Li-.

-No, perdón- contesté enfadada-.

-¿ Quieres tomar café? -Sí, y te platico de Polito- le contesté bajito porque Marco Polo salía ahora del salón, arrastrando todo su cuerpo debajo de un caparazón de tortuga que parecía mochila. Te veo en Periféricos, alcanzamos a escuchar que decía a su teléfono-.

-Ingenieros- dijo Viridiana - Se creen dioses, dioses falsos, hombres…

Dos americanos sin azúcar, mesas en terraza, cigarrillo en una mano, espejo en la otra, boca, cejas, lentes puestos, chalina tricolor, falda arreglada, dos chicos guapos, una anotación sobre la tarea y una pequeña discusión sobre las ardillas.

-Se juntaba con los porros pero no era porro- comencé-.

-¿Quién?- Dijo Viridiana al tiempo que quemaba su lengua con su café y profería una maldición en copto-.

-Marco Polo, el de la prepa. Le gustaba Areli antes de que se pintara el pelo de negro de nuevo, en primero. Ella andaba con la onda de la raza cósmica y él creía que escuchando Alice in chains lograría algo, en fin…

-Jaja, clásico.

-¿Qué cosa?, ¿el café caliente?

-No, Areli y Marco. Ajá, continúa.

-Sí wey, además era un patán, se besó con una amiga mientras decía darlo todo por la pelirroja. Pero bueno, un día Marco Polo…

Durante una semana Elis me contó anécdotas de Marco Polo, de cuando logró que todos los hombres de la prepa usaran falda para que no les gritaran a las chicas en los pasillos; de cuando él y otro tipo espiaban a Areli por toda la prepa; de cuando metían en los botes de basura a los de primero; de cuando contrabandeó mota para comprar la colección de cuentos de Borges (que Areli amaba tanto) y de cuando los Tacubos dieron un concierto prozapatista y se juntó un kilómetro de pesos.

Creo que Marco Polo en el recuerdo se convirtió para ella poco a poco en su zanahoria, ya sabes, el tubérculo largo y ancho que procuraste una temporada para merendar pero te lo ganó un conejo o topo. Claro, jamás lo aceptó, aunque le pregunté de varias maneras y hasta la reté a que contara hasta diez sin reír si lo que decía era verdad. No rió una sola vez, pero no fui más lejos. En realidad, estaba entretenida en un experimento relatado por Jelinek en su último libro en unas anotaciones marginales, el objetivo era la inducción del deseo en una mujer a través de la catarsis del recuerdo.

Poco a poco fue emergiendo el carácter deformado de Marco Polo. El no-porro tenía dos hermanos que querían estudiar física, hacía teatro-performance en el patio de los zapatos, practicaba natación y no cogía chido. Pero a esa edad nadie lo hace bien, se apresuraba a añadir Elis.

El viernes de nuevo en clase, el profesor pasaba lista.

-Alfledo…

-Presente.

-Juana Malía…

-Presente.

-Malco Polo…

-(silencio).

-Malco Polo.

-(de nuevo el silencio).

-Te hablan -le dije al chico Marco Polo que ahora se había sentado a mi lado. Parecía menos ingeniero que antes-.

-No, no- contestó un poco nervioso-.

-Claro- elevé la voz- Eres Marco Polo -parecía no usar gafas y usar portafolio y no mochila-.

-Malco Polo- seguía el profesor pero sin alzar la vista.

-¿Por qué no contestas? -le pregunté serena al chico estrechándome a él-.

-No soy Marco Polo- dijo Marco Polo, sorprendido por unos ojos negros que lo miraban intensamente y una boca delgada y semiabierta-.

-¡Qué sí eres!- grité, pero parecía no ser tan bajo como antes. El murmullo del salón cesó, hubo manos detenidas en un impulso y rostros vagos reflectando la escena-.

-No es Marco Polo, definitivamente- intentó advertirme Viridiana, pero yo segura-.

-¿Qué pasa?- preguntó el profesor arrojando a nosotros una mueca y unos lentes pequeñísimos balanceándose en una nariz-.

-No quiere contestar- dijo un tipo alto de la segunda fila, señalando a mi lado-.

-¿Qué le pasa?, ¡qué conteste! -siseó una rubia odontóloga con impaciencia-.

-Es que yo…- comenzó Marco Polo, pero Li exclamó-.

-¡Conteste homble, que se nos va la hola!.

De la tercera fila se levantó un forzudo capitán del equipo de hand-ball, avanzó en dirección a Marco Polo y cubrió la distancia en cuatro movimientos diagonales. Apremiaba con una goya al chico a que contestara. Confundida yo indagaba en el rostro del chico para averiguar porque no contestaba, al tiempo que reconocí que parecía haber algo radiante en sus ojos.

-Que no soy Marco Polo- dijo Marco Polo susurrando. Casi me pareció estoica y digna su postura a estas alturas. Su rostro adquiría rasgos alciónicos-.

Del lado de la pared del mapa se formó un corrillo de preguntas y comentarios airados, un abogado se distinguía por su elocuencia, se discutía para entonces la emergencia de suspender la clase. El profesor alarmado, golpeaba el escritorio con su trozo de bambú. Una chica salió del salón rápidamente, en el pasillo se juntaba ya gente expectante dispuesta a irrumpir de ser necesario por la fuerza al salón.

-Eres Marco Polo- comenzó a sonar Bach en todo el salón- Eres Marco Polo. - Viridiana ajustó sus lentes, revisó sus uñas, preparaba algo grande, sacó su libreta, apuntó notas con rapidez-.

Una delegación de la asamblea-bajo-el-mapa avanzaba ya hacia Marco Polo, tomábalo de los hombros, sacábalo de su silla y exponíalo al juicio de la escandalizada multitud que estaba fuera del salón. Se ensayaba un castigo ejemplar.

Todo fue lentamente apagándose en un murmullo suave para mí, balanceándome en el Mesías: el juicio, el profesor Li sacando un libro rojo y corriendo hacia el pasillo, el abogado elocuente citando códex varios, la risa caótica de Viridiana que me sacaba del salón por la puerta trasera, sosteniéndome del brazo, revisando de pasada el teléfono en la mesa.

El tono de celular del profesor Li, admirador de Bach y chelista aficionado, insistía una y otra vez. Desde la embajada china, un ingeniero llamaba infructuosamente al profesor Li para avisarle que su entrevista para la visa se había retrasado, que no podría asistir a la clase de hoy.

Aportación: 
Aarón Castro Maciel, México

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